Hace tiempo que vengo reflexionando sobre por qué es tan difícil tratar el suelo pélvico de las mujeres, o, mejor dicho, por qué es tan fácil no cuidarlo, no diagnosticarlo y no tratarlo adecuadamente. Es algo que me ronda siempre, ahí, sigilosamente y de forma continua, lo reconozco. Hay muchas razones, y según el momento, me vienen más unas u otras, o todas juntas.
Han sucedido dos cosas estos días que me han traído de nuevo a esta reflexión, quizá de forma más acentuada.
Por un lado, en Twitter, me mencionaron en un hilo en el que se discutía sobre la ineficacia de los hipopresivos; bueno, no; En realidad, el hilo empezaba con una editorial de una revista que decía que no hay evidencia científica que demuestre la eficacia de los hipopresivos para el tratamiento del suelo pélvico. A partir de eso, unas personas, que no conozco, cuestionan la profesionalidad de quienes utilizan los hipopresivos en los tratamientos de disfunciones perineales sin advertir de su “no evidencia”. Y, es curioso, porque quienes afirman estas cosas no son (en el hilo) profesionales sanitarios, sino educadores físicos (y hombres). Curioso, como poco, ¿no?
Por un lado, titulitis aparte, me indignó un poco mucho que se abanderen en la evidencia para ciertas cosas, mientras en este país se siguen haciendo episiotomías de más, cesáreas de más y las mujeres siguen pariendo en condiciones inadecuadas (llamémosle poco óptimas). Para la prevención de las lesiones perineales (me voy a centrar solo en esto, porque si no, que me conozco, me desparramo con eso de las intervenciones innecesarias y sus consecuencias).
Por otro lado, cuando se hacen revisiones bibliográficas sobre la evidencia de los tratamientos perineales, sobre todo en mujeres, debemos tener en cuenta la multicausalidad de las lesiones y, especialmente, la baja calidad de los estudios cuando se comparan técnicas de tratamiento fisioterápico; puesto que partimos de una base bastante inadecuada en cuanto al conocimiento de la “normalidad” del tono perineal, en cuanto a la fisiología perineal y en cuanto a las dificultades (en algunos casos imposibilidades) de poder hacer estudios realmente objetivos (ya que la función perineal es, como poco, difícil de medir en toda su magnitud), deberíamos al menos cuestionar que la evidencia, en este caso, es poca y no muy buena.
Entonces, sabiendo esto, que un profesional del deporte cuestione mi profesionalidad porque uso hipopresivos alegando que solo los kegel tienen evidencia científica demostrada, me da mucho qué pensar. ¿Por qué esto pasa?
Si algo he aprendido en estos años de formación, de reaprendizaje y de lo que me queda por aprender, es que la evidencia científica se queda corta en suelo pélvico, hoy por hoy, porque nunca jamás podremos aislar el suelo pélvico del resto del cuerpo, y porque, a diferencia de otros grupos musculares que funcionan de forma más simple y evidente, el suelo pélvico es un conjunto muscular, fascial (y mucho más), que trabaja de forma indivisible con el abdomen y el diafragma, que, para más complejidad, tiene una repercusión directa en diferentes funciones corporales, siendo causa y consecuencia, a veces, de su correcta o incorrecta capacidad. Pero no, eso no se ve en la evidencia. ¿Sabéis por qué? Porque la evidencia que hay actualmente es sobre “incontinencia de orina”, “incontinencia de gases/heces” o “prolapso de órganos pélvicos”. No hay evidencia sobre la función fisiológica perineal; no hay evidencia sobre las repercusiones reales de la función perineal.
En este punto, hago un paréntesis y enlazo con la otra cosa que comentaba al principio que me ha hecho re-reflexionar sobre el tema.
Han abierto una clínica de suelo pélvico muy cerca de mi centro. Cuando voy a coger el autobús cada día, paso por delante de ella. Es muy molona: carteles luminosos con mensajes de esos tan guais (“después del parto, recupera tu suelo pélvico con profesionales” y cosas así). Hoy me he parado a ver los profesionales que tienen (no los nombres, sino el tipo) y tienen fisioterapia-osteopatía, ginecóloga (esa sí, la publicitan en el cartel de los mensajes con nombre y apellidos), psicología y nutrición. ¿Y matrona? No, matrona no.
Ahora es cuando fusiono la primera reflexión con la segunda. ¿Por qué la evidencia es tan mala y hay tantos profesionales que se “dedican” al suelo pélvico? ¿Por qué esa ausencia de las matronas? Pues porque el suelo pélvico es BIO-PSICO-SEXUAL, pero la evidencia es solo BÍO. Y la única profesión que integra todo eso, es la matrona. Por eso no está.
Si pretendemos estudiar la contracción muscular, los kegel serán los únicos que encontraremos entre las técnicas de tratamiento que han demostrado eficacia (eficacia en incontinencia de esfuerzo, ojo). Los estudios de fisioterapia se fundamentan en la comparación de técnicas más que en la combinación de las mismas.
Imagen de pintura de Frida Castelli
Si pretendemos estudiar la “psicología perineal”, encontraremos estudios de sexología o psicología (o ambas) que nos hablarán de vaginismos, de anorgasmias, de traumas y esas cosas.
Si pretendemos estudiar problemas de incontinencia urinaria, encontraremos estudios de urología donde dirán que los ejercicios de kegel son efectivos, pero que usemos mejor el láser, o la cirugía, o, en el mejor de los casos, la electroterapia y los fármacos.
Si pretendemos estudiar problemas de prolapsos, encontraremos miles de estudios de ginecología y de varias formas quirúrgicas de reducir artificialmente los prolapsos. Con suerte, leeremos sobre algo de fisioterapia y sobre pesarios.
Si pretendemos estudiar problemas de incontinencia de gases/heces, habrá estudios de proctología sobre reconstrucción de esfínteres anales, y cosas así.
Pero no encontraremos ninguna técnica que sirva para todo, y mal profesional será quien se centre solo en una, pues cualquier problema de suelo pélvico empieza en el desconocimiento que las propias mujeres tenemos sobre nosotras mismas, sobre nuestra sexualidad, sobre la normalidad perineal y sobre todo lo que podemos llegar a sentir a través de nuestro suelo pélvico (o la entrada a lo más profundo de una misma, como yo lo llamo muchas veces); no hay técnica perfecta porque no se puede tratar adecuadamente un suelo pélvico si lo separamos de la mujer que lo lleva puesto, indivisiblemente, y en todas sus dimensiones: muscular, fascial, neurológica, funcional, psicológica y sexualmente hablando.
¡Con el muro hemos topado!
La profesional que se encarga de la “normalidad” es la matrona, pero ni las mismas matronas lo saben muchas veces.
¿Evidencia científica sobre esto?
Piensa mal y acertarás: mujeres, normalidad, matronas… vulvas, orgasmos, continencia, propiocepción, sexualidad… ¿Cuestión de género?
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