Escuchando a Gabriella el otro día en el curso sobre puerperio (que tuve el infinito placer de compartir con ella y con Pilar) me di cuenta de que hay mucha confusión entre el parto traumático y el trauma en el parto. Así que, basándome en sus ejemplos y en sus palabras, voy a intentar transmitir situaciones diferentes relacionadas con los partos y que de forma equivocada se mezclan, se enredan y nos confunden.
Disculpa Gabriella si meto la pata.
La palabra trauma tiene origen griego, y significa “herida”. Como las heridas físicas, el trauma deja una huella en la persona, una cicatriz, que si no es tratada y sanada, puede dejar secuelas. Cada persona, dependiendo de muchos factores, gestionará su trauma de diferentes formas. A veces, los traumas, especialmente si se han producido en la infancia, pueden quedar ocultos, latentes, en un rinconcito de nuestro cerebro, aparentemente olvidados, hasta que alguna situación o emoción pueden activarlo, y rebrotar la sintomatología con toda su intensidad.
Una cosa es un trauma y otra muy diferente un Síndrome de Estrés Postraumático. Digamos, que el SEPT es un “cuadro clínico” definido (una etiqueta), mientras que la experiencia traumática es una vivencia negativa, desagradable, que genera sufrimiento, que puede no cumplir con todos los requisitos del SEPT, o simplemente el “rebrote” de un trauma previo. Es un pelín complicado cuando no somos expertos en la materia y no sé si seré capaz de resumirlo y adaptarlo al lenguaje menos técnico.
Todo esto lo vengo a decir por qué siempre que se habla de Violencia Obstétrica, de partos traumáticos, tendemos a mezclar unas cosas con otras. No todo lo que sucede en un paritorio es violencia. A veces solo es una falta de educación, de respeto o de consideración lo que desencadena una vivencia traumática (que es evitable, pero no delictiva); otras veces, sí es violencia y hay que denunciarlo. En la mayoría de los casos, no es tan importante el qué sucede, sino el cómo y para qué sucede. Pongamos unos ejemplos.
Situación 1
Una mujer que ha sido víctima en algún momento de su vida de abusos. No tiene conciencia de ello, porque sucedió en su infancia y el trauma quedó relegado a la sombra, al inconsciente. Cuando llega el parto, al tumbarse en la camilla y hacerle una exploración vaginal, sin pedirle permiso y sin explicarle para qué, algo en su cabeza hace “clic”y se siente agredida, violada. Técnicamente, no es una violación (entendida como agresión sexual con un fin de obtener un placer), pero la sensación que ha revivido de manera inconsciente la hace sentirse así. Ella no se ha negado, pero tampoco se le ha pedido permiso ni se le ha dado una razón para hacerlo y prepararse. No es tan difícil hacerlo, ¿no? Legalmente, quizá no sería un delito (al menos en España), pero no hubiera costado ningún trabajo hacerlo correctamente desde el principio y evitar esa experiencia traumática. Por cierto, hay estudios que dicen que puede haber hasta un 30% de mujeres que han sido abusadas de niñas y no lo recuerdan. Ojo con lo que decimos cuando tenemos a una mujer delante, qué frases como “si te mueves te haré más daño” pueden ser un detonante.
Situación 2
Una mujer sana, sin traumas previos, inicia el trabajo de parto y acude a su hospital de referencia. Se le pone oxitocina sin indicación clínica, se le rompe la bolsa por rutina, se le hace una episiotomía sin motivo, un kristeller, una ventosa para “abreviar expulsivo” y todo esto sin que nadie le explique nada, sin decirle nada, sin pedirle permiso para nada y sin ningún respeto por su persona (se le insulta, se le infantiliza y se la deja sola en todo momento). Esta mujer, meses después del parto, tiene pesadillas, flashback, ha fracasado su lactancia, revive una y otra vez el parto como una película de terror y tiene síntomas depresivos. Esta mujer sí tiene un SEPT, muy probablemente, y la causa es la violencia obstétrica. Esto sí es un delito (aunque en España no esté tipificado como tal).
Ambas mujeres pueden llegar a describir su parto con las mismas palabras. En ninguno de los dos casos, se exime al personal sanitario de su responsabilidad en el parto, en el trauma del parto 1 o en la violencia obstétrica del parto 2. Porque sea un trauma previo o un trauma provocado en el momento, los sanitarios debemos velar por la salud física, emocional y mental de las mujeres y sus criaturas en los partos y nacimientos. Porque los sanitarios tenemos la obligación legal y moral de dar la mejor atención posible y evitar situaciones que atenten contra la salud; porque somos nosotros quienes debemos actualizarnos, revisarnos, ser prudentes y cautelosos en todos y cada uno de nuestros actos. Porque nuestros actos, bienintencionados o no, tienen repercusiones en la vida de las mujeres y, más aún, en la de sus criaturas, que dependiendo de la vivencia de esa madre, verán condicionada su salud mental y su forma de ver el mundo.
No sabemos qué ha pasado en la vida de una mujer antes del parto (si es la primera vez que la vemos); razón de más para ser exquisitos en el trato, pues no conocemos el alcance que pueden tener nuestras palabras o nuestros actos.
Cuando estudiaba enfermería me enseñaron a tratar todas las muestras de sangre como potencialmente infectadas para evitar un accidente. Pues ahora pienso que a todas las mujeres las deberíamos tratar como potencialmente vulnerables, para evitar experiencias traumáticas.
Y para no dejar solo la visión negativa…
Situación 3
Una mujer llega de parto. Las personas que la reciben se presentan, le explican en todo momento lo que sucede y qué opciones tiene. La situación fetal está comprometida y es necesario hacer una cesárea (o un fórceps o una ventosa). Tiene miedo, está preocupada por su bebé, pero confía en que la toma de decisiones es correcta y acepta todo lo que se le propone. Termine como termine este parto, esta mujer no se siente traumatizada, a pesar de no haber tenido el parto soñado. Esta mujer no se siente agredida, aunque se le haya metido un fórceps y se le haya hecho una episiotomía. Porque todo fue necesario, consensuado y se le tranquilizó en todo momento. Porque no es el instrumento lo que hace un acto violento, sino las personas.
Porque se puede parir sin violencia, pero con técnica. Y al revés, cuidado.
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