¿DÓNDE ESTÁS PERINÉ?

Hablamos un rato. Me cuentas tu historia, tus dudas, tus sensaciones. Te pregunto algunas cosas; unas te sorprenden y otras, simplemente, las desconoces. Te explico qué es una valoración perineal, qué te voy a hacer, si tú me dejas, y qué quiero comprobar. Te pones un poco nerviosa. Es normal que alguien meta los dedos en tu vagina requiere no solo de tu permiso verbal, sino de tu permiso corporal, y este, muchas veces, no es tan complaciente.

Te observo de pie, y sentada. Te miro. Te sientes observada. Te explico que tu periné no solo depende de los que hay dentro, sino de tu respiración, de tu posición, de cómo te mueves.

Te desnudas. Me ves ponerme los guantes. Tiemblas un poco. No hace frío. Te tumbas en la camilla. Te pongo cojines para que te sientas cómoda y espero a que estés lista. Me siento a tu lado. Te miro a los ojos y espero: cuando te sientas preparada, y me lo digas, empiezo. Respiras hondo y me das permiso para tocarte. Mis dedos te rozan con cuidado. Te voy explicando qué veo, qué voy a hacer a continuación y me adapto a tu ritmo de tolerancia.

Al tocar la entrada de tu vagina, siento cómo tu cuerpo se niega. Se contrae. Miras al techo y hace calor ahora. Espero. Te explico que no tengo intención de hacerte daño, pero solo tú puedes decir si te molesta o no. Si te molesta, espero más. No hay prisa.

Poco a poco tu cuerpo se relaja y me permite pasar. Coloco mis dedos dentro de ti y valoro el tono muscular de tu vagina y de lo que la rodea, la elasticidad, la textura, siento los músculos superficiales y profundos de tu periné, tus fascias, los ligamentos, los órganos…

Te pregunto si sientes mis dedos, y si notas igual un lado que el otro. Te cuesta entender lo que pregunto, porque solo percibes algo dentro de tu cuerpo; algo ajeno. Muevo un poco los dedos para que me percibas mejor. Tu mirada se desvía hacia arriba y hacia la izquierda. Después a la derecha, y otra vez a la izquierda. Eso me dice que te cuesta mucho localizar dónde están tus músculos y qué te estoy pidiendo exactamente.

¿Dónde estás periné?

Tu cerebro trabaja a velocidad de vértigo. La sensación es familiar: ya otras veces has tenido alguna cosa dentro de la vagina, pero no has prestado atención como ahora. De hecho, nunca habías prestado la atención a tu musculatura, que estás intentando movilizar voluntariamente ahora, y por eso no es fácil que tu cerebro la encuentre. No tienes claro qué músculos mover ni cómo. Rebuscas en toda tu corteza cerebral. Buscas la zona, buscas recuerdos de cómo se mueve esto. No entiendes que sea tan fácil mover una mano, así sin pensar, y, sin embargo, para mover tu periné parece que debas correr una maratón mental. Cansa.

Te pido que aprietes mis dedos, que los envuelvas como si quisieras absorberlos. Primero me empujas hacia fuera, intentando expulsar este elemento ajeno que te invade. Te explico lo que estás haciendo y te pido que vuelvas a intentarlo. Tu mirada sigue ahí arriba, lateralizada, buscando. Aprietas la lengua entre los dientes. Estás superconcentrada, porque si no te concentras mucho, no consigues hacer lo que te pido. Por fin lo consigues. Tienes fuerza, te digo, y lo haces fenomenal. Sonríes, orgullosa. Te ha costado lo tuyo, piensas. Es todo un éxito. Te felicito.

Ahora vas a repetir lo que has hecho antes, pero respirando al mismo tiempo (te olvidaste hasta de respirar antes, je, je, je), y sin apretar la barriga, ni los glúteos, ni las piernas, ni la mandíbula, ni las pestañas. Te ríes. Te concentras. Y lo consigues.

Tu sonrisa y la mía iluminan la sala. Sudas levemente. Estás muy cansada, para no haberte movido del sitio, dices. Te explico por qué es tan cansado esto que estás haciendo.

Tu cuerpo tiene una representación en tu corteza cerebral. Se llama esquema corporal. El cerebro es muy ahorrador, y da espacio y neuronas a aquellas zonas que más usas, que más ves o que más sensibilidad tienen. Cuanto más usas unos músculos, más fácil resulta hacerlo, y en piloto automático. Cuanto más tocas o miras una zona, más neuronas pilla.

Tu periné se utiliza poco, al menos conscientemente. No se mira, no se toca, no se mueve a conciencia. Por tanto, tu cerebro ha ido quitándole neuronas, dejándole en un espacio chiquitito de tu corteza cerebral; tan pequeñito ya, que para encontrarlo tienes que esforzarte mucho. Por eso te cansa. Por eso necesitas concentrarte. Por eso es difícil que se mueva como tú quieres. Pero sigue ahí, como dormido.

Nuestro primer objetivo en cualquier tratamiento del periné, es despertarlo, que ocupe su espacio y adquiera sus neuronas.

Tu trabajo ahora es sentirlo, moverlo, palparlo, estimularlo. Haremos ejercicios activos, haremos ejercicio con los músculos de alrededor, haremos trabajo de abdomen, diafragma y pelvis; haremos un nuevo esquema corporal.

Te vistes, orgullosa y contenta.

Tienes periné.

Lo sientes y le hablas mentalmente.

Ahora empieza lo bueno.

Nunca es tarde.

¿Dónde estás periné? ¡Estás aquí!

0 comentarios
Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *