Hace un año, por estas fechas, decidí escribir sobre la violencia obstétrica. ¿La razón? aquella mujer.
Aquella mujer dolida (emocional, corporal y mentalmente), que vino a verme con una herida abierta en la vagina y en el alma. Una herida profunda que se clavaba con la misma o más fuerza en el periné que en el corazón. Apenas pude explorarla aquel día (y los siguientes). Empezamos un tratamiento físico, lento y respetuoso. Pero, sobre todo, le recomendé empezar a tratarse el alma para poder avanzar. Y avanzó.
Hace unos días la vi de nuevo. Su cicatriz está infinitamente mejor: flexible, despegada y con muchísimo menos dolor. La de la vulva. La del alma está ahora encendida, rabiosa, luchadora. Moviendo una energía de cambio.
Estuvimos hablando un buen rato. Ella, su pareja y su preciosa hija (que ya anda y es un bomboncito). A través de esa conversación me di cuenta que estaba en la fase de la ira. Nos pasa a todos. Cuando abrimos los ojos, cuando despertamos de ese sueño y vemos las cosas como realmente son y no como creemos o queremos que sean. En este proceso, primero te hundes y, más tarde, te hierve la sangre. Con la sangre en ebullición, no comprendemos por qué es tan difícil cambiar las cosas, incluso las más sencillas, por qué hay gente que se empeña en seguir igual, haciendo las cosas mal y haciendo daño a los demás. Lo sé. Yo también lo he pasado.
Es duro asimilar que este muro es muy grueso, y a cabezazos, lo único que se rompe es tu propia cabeza. Hay que dejar pasar esa ira (o canalizarla hacia otras cosas más productivas), para que la calma pueda volver. Hay que ser agua. Eso le dije a aquella mujer. A cabezazos no podemos, pero si sabemos convertirnos en gotas de agua, constantes, incansables, cayendo siempre en el mismo lugar, gota a gota el agua rompe la piedra. Es lento, pero es seguro. Y en este inmenso muro que es el sistema, sólo somos gotitas cayendo, fisurando. Cada gota cuenta. Es la sincronía, la constancia lo que conseguirá fragmentarlo.
Intentad ser gotas de agua cayendo. Luchad contra ese muro que solo sabe hacer daño. Esto es imparable.
por