Empiezo esta entrada porque llevo media mañana buscando otra que hice hace tiempo y que no encuentro por ninguna parte. Soy así; pierdo cosas que escribo y, cuando me piden recuperar esto o aquello, muchas veces no lo encuentro. Así que toca ponerme las pilas, reflexionar sobre por qué me valoro tan poco, y reescribir. No me molesta, jeje, escribir.
En fin, centrémonos.
Cuando trabajo con mujeres (con o sin pareja) para conocer y afrontar mejor el parto, suelo hacer mucho hincapié en los sonidos. Por los sonidos que hace una mujer de parto, se puede saber cómo avanza o no, cómo lo está viviendo, qué momentos son adecuados para intervenir y hasta para saber el estado emocional que tiene esa mujer.
Sí, las mujeres de parto hacen ruidos. Pero no ruidos de cualquier tipo, no. Ni tampoco ruidos como salen en las películas, de terror y agonía, no. La mayoría de las mujeres, cuando se sienten seguras y tranquilas, cuando se dejan llevar y confían en sus cuerpos, gimen, suspiran, gritan y sollozan, como si fuera (que lo es) una inmensa sesión de sexo. Tal cual.
Suelo hacer una prueba en las sesiones de preparación para el parto (o más bien de des-aprendizaje de cosas malas sobre el parto), en las que pongo un parto de una mujer, sin imágenes, solo con los sonidos, y les pregunto qué sienten. La mayoría, sobre todo los hombres, se remueven en la silla y se les ve realmente incómodos e incluso violentos. Suena tan sexual y tan sensual, y lo viven como «tan fuera de lugar», que no entienden qué pretendo mostrarles, y demuestran su malestar (generalmente con lenguaje corporal: movimientos en la silla, caras de asco-susto-sorpresa, mirar para otro lado). Después, sin más, pongo la imagen, la que corresponde a esos sonidos «pornográficos» y ven que es una mujer pariendo, teniendo contracciones. Y se relajan. Un poco. Les resulta muy chocante, porque nunca se habían planteado el parto desde la esfera sexual.
Ahora traslademos esto mismo a un entorno sanitario: ¿sexo en un hospital? Sí, así es. De ahí una de las grandes dificultades para entender y respetar los procesos fisiológicos de parir. Porque incomoda mucho, especialmente si el/la profesional que está enfrente no tiene una conciencia de su sexualidad y la de las demás bien asentada; especialmente cuando quien está enfrente no conoce o no entiende que parir es tan sexual como concebir, aunque en tiempos e intensidades diferentes; especialmente cuando hay más de una persona enfrente. Se ve. Se palpa. Se siente.
Cuando entras en una sala donde una mujer gime y se retuerce, donde suena a sensualidad, entras con otra actitud; entras con mucha conciencia de su estado, y procuras no interferir, no molestar. Otras veces, sobre todo a medida que se acerca el momento de la salida del bebé, las mujeres expresan su dolor con gritos muy animales, como guturales, que les salen de las entrañas. Estos gritos, mezclados con los gemidos y los suspiros, también incomodan mucho al personal, porque sienten la necesidad imperiosa de callar a las mujeres, dando por hecho que sufren.
No estamos muy bien preparados para acompañar el dolor, como profesionales, sino entrenados para eliminarlo, sin importar mucho las consecuencias.
Y ahora piensa: ¿qué gran éxito ha alcanzado la epidural en este sentido? La epidural ha traído el silencio a las salas de parto. Ha traído con ella una sensación de calma a los profesionales que por allí están tantas horas, que ya no se sienten violentos por los sonidos sexuales, ni incómodos por los sonidos de la expresión del dolor en plan mamífera salvaje. Sin embargo, cuando conoces y comprendes la esfera sexual y mamífera del parto, estos sonidos son una banda sonora que te transporta a otra dimensión. Cuando conoces y comprendes, y respetas, esos sonidos, puedes escuchar (literalmente) cómo la dilatación avanza, cómo pasa de una fase a otra, cómo y cuándo aparece el miedo y la mujer te necesita a su lado sin decir una palabra. Es una conexión a otro nivel, que los protocolos y las jerarquías no pueden entender.
Mi compañera (y amiga del alma) Blanca Herrera y yo hicimos un taller hace unos años que se llama «Polvo o Parto». En este taller, que hemos acabado incluyendo en cursos y cualquier oportunidad que tenemos, seleccionamos imágenes de caras de mujeres en pleno orgasmo o pariendo, así como recopilamos sonidos de orgasmos y de mujeres pariendo; las pusimos mezcladas, para adivinar qué mujer estaba teniendo un orgasmo y qué mujer estaba pariendo. Las personas que están en el curso/taller deben adivinarlo. Nadie acierta 100%. Ni siquiera nosotras, que tenemos los resultados apuntados en una lista y una vez perdimos el papel y nos vimos realmente apuradas para tener la certeza de cuál era cuál. Hasta ese punto son tan inmensamente parecidos los sonidos y las caras entre mujeres pariendo y mujeres teniendo un orgasmo.
El Proyecto de Nacimiento. Amanda Greavette
Evidentemente, esto solo sucede cuando la mujer pare con confianza, con seguridad y sintiéndose segura, acompañada y sostenida, sin analgesia ni otros fármacos. Y antes de que la jauría se tire en plancha a decir que estoy demonizando la epidural, les digo que para nada; la epidural es una herramienta, que, en muchas ocasiones, aporta más beneficios que perjuicios, pero esto, esta parte, la sexual del parto, la anula. Es una realidad.
Y también aprovecho para hacer un poco de reflexión a las personas que trabajan con mujeres de parto sobre por qué, a veces, insisten tanto en que la mujer se ponga la epidural, o por qué les genera malestar, que grite, que gima o que mueva su pelvis sensualmente. Igual nunca se han parado a pensarlo con calma…
0 comentarios