Fuente imagen. Amanda Greavette.
Decía mi admirado Emilio González (buen pediatra donde los haya y además experto en lactancia), que la lactancia no es garantía de santidad.
Y es una verdad como un templo.
También decía (os cuento que Emilio nos mandaba correos muy instructivos de cuando en cuando, porque algunas somos de la época en que no había Instagram, ni TikTok, ni nada de eso), que la teta tampoco es garantía de salud infinita, o que la obesidad no pueda llamar a tu puerta. Y es que tenemos la fea costumbre de buscarle “motivos” a la lactancia materna, al contacto piel con piel, al amor a los hijos, como si amamantar o acariciar a nuestros hijos tuviéramos que hacerlo por alguna razón científica justificada. Pues mira, no, por eso no es.
Amamantar, cuidar, mimar, acariciar a nuestros hijos e hijas no se hace porque sea saludable o porque sea una inversión de futuro; se hace porque sí, porque nos gusta, porque es lo normal y espontáneo, porque es lo que nos piden los cuerpos (el del bebé y el de la mamá). Y punto pelota.
Cuando le daba teta a mi hija no la miraba a los ojos pensando en lo buena persona que sería de mayor porque su madre le cubre las necesidades calóricas y emocionales. No, por eso no es. Cuando le daba teta a mi hija, la miraba a los ojos por el gusto que me daba hacerlo. Por el gusto que le daba a ella, que se le ponían los ojillos del revés. Incluso cuando estaba cansada, harta de demanda y de prestar atención (que yo también soy persona y gruño, me enfado y pataleo), le daba teta porque es lo que me salía, lo que me pedía y lo que podía darle. Al margen de proteger su salud, o proveerla de un sistema inmunológico mejor, que, si me apuras, son efectos colaterales.
Cada mañana, al abrazar y besar a mis hijas para darles los buenos días, o cuando así, sin venir a cuento, nos revolcamos en el sofá, no lo hago por su salud mental futura.
No, por eso no es.
Lo hago por mi salud mental presente, porque me divierte, me da vida y me sale solo.
Cuando parí a mi hija pequeña en casa, no lo hice pensando en los beneficios infecciosos que podría obtener al no entrar en contacto con otros virus ajenos.
No, por eso no fue.
Lo hice porque me dio la gana, porque lo disfruté como una cosaca y porque pude hacerlo. Cada vez que mi madre me dice que Violeta es un torbellino, y que eso de que los niños que nacen en casa no son tan tranquilos como dicen, yo le contesto (y solo por fastidiar, lo reconozco), que imagine lo que hubiera llegado a ser si nace en un hospital estresada viva.
Que los niños y niñas sean santos o santas, sanos o sanas, gordos o flacos, depende de muchos factores. Indudablemente, la teta (con madre incrustada, entiéndase) es beneficiosa para la salud física y emocional de cualquier bebé.
Indiscutiblemente, amamantar es beneficioso para la salud física y emocional de cualquier madre.
Pero de ahí a tener inmunidad diplomática de por vida…. Pues no, por eso SOLO no es.
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